
- Con la excusa de facilitar los viajes se están imponiendo sistemas digitales
- Los turistas son sometidos bajo la excusa de la seguridad a invasivos chequeos y rastreo
- El objetivo es el control y la opresión para que nadie pueda descansar un sólo segundo del sistema
Mientras que las instituciones están cada vez más interconectado todo a los sistemas digitales, estos forzosamente se convierten en el centro de la organización social en la vida moderna, bajo la excusa de la comodidad y eficiencia.
Estos mismos, sin embargo, son sistemas están siendo manejados como herramientas de opresión y vigilancia, en muchos ámbitos, pero sorprendentemente también está dentro del turismo.
A medida que las naciones buscan reactivar sus economías a través del turismo, están imponiendo marcos tecnológicos con el fundamento de rídiculo de "facilitar" los viajes.
Esto no puede ser otra cosa que una burla perversa ya que en realidad, estos sistemas digitales entorpecen todo y sirven para rastrear, monitorear y, en última instancia, controlar el movimiento, el consumo y las libertades de las personas.
La política de "Conocer a su Cliente"
En Tailandia recientemente, entre tantas políticas de opresión digital, han implementado un sistema de pagos DigiPay, para acceder y utilizar esta herramienta los viajeros son sometidos a un extenso proceso de Conocer a su Cliente (KYC) que implica la verificación de pasaportes y el cumplimiento riguroso de los protocolos Anti-Lavado de Dinero (AML).
Aunque estas medidas son presentadas para prevenir delitos financieros como el lavado de dinero y el fraude, son pocas las personas capaces de cometer este tipo de delitos.
En realidad estas medidas digitales son para el rastreo continuo en la creciente tendencia de la erosión de la privacidad personal debido a el control y extralimitación de las instituciones públicas y privadas.
El proceso de verificación de identidad es invasivo
Lo que deberían ser simples transacciones se convierten en obstáculos y fuentes de estrés. Los turistas ahora están obligados a cargar documentos oficiales, someterse a controles de reconocimiento facial y proporcionar datos personales, todos los cuales se almacenan y procesan dentro de sistemas digitales que podrían ser vulnerables, mal utilizados e incontrolables.
Este nivel de escrutinio transforma el acto de gastar dinero en un sistema de vigilancia - uno donde cada transacción financiera, cada movimiento y cada patrón de consumo es potencialmente rastreado y analizado.
Más que un simple inconveniente, estos sistemas imponen una forma de control sobre los viajeros, dictando sutilmente a dónde pueden ir, qué pueden hacer y qué tan libremente pueden moverse dentro de las zonas turísticas. Por ejemplo, las retiradas de efectivo -una vez un acto simple y anónimo- ahora son prácticamente inexistentes.
En esencia, el sistema desalienta o prohíbe abiertamente las transacciones en efectivo, empujando a los turistas a un ecosistema digital que deja un rastro detallado de sus huellas financieras.
A dónde vayas estarás bajo vigilancia
Esta dependencia digital no sólo limita la privacidad, sino que hace cada vez más difícil para los viajeros operar fuera de la red de vigilancia, limitando efectivamente su libertad de elegir medios de pago alternativos o retirar dinero en efectivo.
Además, la introducción de estos sistemas digitales en las zonas turísticas suele ir acompañada de restricciones a la movilidad. Esta situación se está volviendo común en todo el mundo, incluso áreas públicas están siendo saturadas de cámaras de vigilancia
Los gobiernos y las empresas, armados con grandes cantidades de datos, pueden imponer restricciones a la circulación, ya sea a través de la geofinanciación, los controles de acceso o la supervisión dirigida, limitando efectivamente la espontaneidad y la libertad que definen la escencia de los viajes.
Un viaje se vuelve una herramientas más de opresión digital
Los turistas se convierten en sujetos de un entorno controlado, monitoreado constantemente, sus comportamientos y opciones moldeadas por la mano invisible de la vigilancia digital.
Haciendo de un paseo turístico un sistema de tortura, antes que un momento de disperción y alivio, las opresivas instituciones quieren asegurarse de que nadie tenga un respiro ni por un sólo instante de este sistema estúpido, esclavista y retorcido sistema.
Este escenario es especialmente peligroso porque normaliza un sistema donde la privacidad se sacrifica en el altar de una supuesta seguridad y eficiencia. Las personas, se encuentran atrapados entre medidas de seguridad justificadas bajo cualquier eufemismo para imponerl mecanismos de control invasivos.
Las mismas herramientas diseñadas para protegerlos pueden, paradójicamente, convertirse en instrumentos de dominación, quitando su autonomía y convirtiéndolos en puntos de datos dentro de un vasto aparato de vigilancia.
