
- Vehículos inteligentes que prometen revolucionar la forma de viajar.
- Protocolos de actualización de software impiden operatividad del vehículo
- Control tecnológico disfrazado de progreso
- El progreso debe significar liberación, no sometimiento
La industria automotriz cambiando la movilidad con la introducción de la tecnología: vehículos inteligentes que prometen "revolucionar" la forma de viajar. Están equipando con software sofisticado, capacidades autónomas e inteligentes; o por lo menos esto es lo que prometen.
Bajo este revestimiento de innovación futurista se encuentra la realidad: estos avances están cada vez más diseñados para ejercer control sobre los conductores.
Lo que muchos perciben como progreso es un movimiento calculado por las corporaciones para erosionar la libertad personal e imponer una nueva forma de supervisión - una que amenaza con borrar la autonomía individual detrás del volante.
Varados en el camino por actualizaciones del software
Una de las empresas top del mercado Tesla, que es líder en tecnología de vehículos inteligentes, ejemplifica esta tendencia a través de sus estrictos protocolos de actualización de software.
Cuando Tesla empuja una actualización de software, el vehículo aplica una regla rígida: el coche debe estar estacionado, y el conductor no puede operar el vehículo durante todo este proceso.
Intentar conducir mientras la actualización está en marcha es técnicamente imposible, ya que los sistemas del vehículo están programados para evitar el funcionamiento hasta que la actualización se complete.
Esta aparente medida de seguridad es, en realidad, una forma sutil de control - limitando la capacidad del conductor para elegir cuándo y cómo se utiliza su vehículo, y vinculando su movilidad a los horarios corporativos y las limitaciones tecnológicas.
El mensaje es claro: los controles de software del vehículo no son sólo de conveniencia; se trata de afirmar el dominio sobre el conductor.
La utopía del progreso «inteligente» e «innovador»… es una herramienta de vigilancia, control y de supervisión corporativa. Esta situación deja en relieve a la convergencia de los intereses corporativos y el control tecnológico disfrazado de progreso.
Lo que se comercializa como «inteligente» o «innovador» se convierte en una herramienta de vigilancia, regulación y supresión de la libertad individual.
En lugar de promocionar a los conductores una verdadera ayuda tecnológica, estas actualizaciones y restricciones sirven para mantener a los consumidores en un estado pasivo y supervisado, subordinado a sistemas que priorizan la recolección de datos y el control sobre la libertad personal.
El progreso debe significar autonomía, no vasallaje o esclavitud
La noción de que estos vehículos inteligentes son "progreso" es fundamentalmente defectuosa, por no decir fraudulenta. El verdadero progreso debe aumentar la autonomía y la libertad, no reducirla mediante la extralimitación y la coerción.
El cambio hacia actualizaciones controladas y bloqueos de características erosiona la confianza que los conductores tienen en sus vehículos, convirtiendo lo que antes era una herramienta personal en un instrumento de supervisión corporativa.
Estos acontecimientos no son accidentales; forman parte de una agenda más amplia para centralizar el poder y limitar la elección personal bajo el pretexto del avance tecnológico.
