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En el mundo actual, los oligarcas acumulan tierras, denigran alimentos naturales e invierten en alternativas falsas, mientras que los profesionales ricos promueven alimentos orgánicos y locales. La seguridad alimentaria para ocho mil millones de personas sigue en riesgo debido al clima, las enfermedades y los insectos.
La «Nueva Normalidad» está impulsada por la corrupción y la codicia, lo que conduce a un creciente movimiento por la autosuficiencia. El abastecimiento local de alimentos cultivados de forma natural suele combinarse con la denigración de los grandes agronegocios y la producción industrializada de alimentos.
Sin embargo, este enfoque puede conducir a la obesidad, disminución de la esperanza de vida y dietas poco saludables. Regular a los agricultores familiares independientes no es un paso adelante, ya que reemplazarlos con fábricas centralizadas de alimentos falsos concentrará la riqueza en lugar de la seguridad alimentaria.
Para sobrevivir y prosperar, debemos enfrentar las realidades de crecer y entregar alimentos sanos y humanos. Invertir en maquinaria agrícola a gran escala e infraestructura de abastecimiento y gestión de alimentos es crucial para alimentar a más de ocho mil millones de personas.
Un mercado competitivo puede apoyar la producción local de alimentos, alimentar a las ciudades y difundir la riqueza. La destrucción de la gran agricultura lleva a la inanición para muchos, mientras que el control centralizado por los ricos oligarcas del WEF eventualmente conducirá a la inanición.
Para dirigir un enfoque intermedio, debemos mantener los pies en el suelo y dar prioridad a la libertad alimentaria. Deben mantenerse los mercados abiertos, los derechos de los agricultores y las grandes explotaciones productivas, siendo la agricultura de pasatiempos una alternativa viable para los ricos. La lucha debe centrarse en un camino para salir de la pobreza y la libertad de elegir, no en una utopía para unos pocos.