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La inteligencia artificial (IA) ya está profundamente incorporada en nuestra vida cotidiana, desde chatbots de servicio al cliente hasta coincidencias sugeridas en Hinge. Las compañías como compañero A.I. de Replika, servicio del consejero A.I. de UneeQ y plataforma del compañero virtual de Hybri trabajan para conseguir interacciones que se humanizan con sistemas AI.
Imagina un futuro en el que un compañero de IA pueda leer todo, desde calificaciones hasta emociones, conectarse con varias fuentes de datos y convertirse en un entrenador experto ayudando a las personas a superar patrones de pensamiento negativos o malos hábitos.
La IA emocional, que combina datos biométricos y fisiológicos, está haciendo que las interacciones con IA sean más transparentes y auténticas. Esto podría ser especialmente útil para combatir la soledad y el aislamiento social en las personas de edad avanzada.
Para garantizar que el futuro de la IA siga siendo inclusivo, deben encontrarse diversos paneles de prueba de usuarios y lagunas de datos. El estudio de 100 años de Stanford sobre la IA sugiere que estamos en un punto de inflexión donde la promesa y los peligros de la IA se están volviendo reales.