
Científicos chinos han revelado un dron de vigilancia del tamaño de un mosquito, diseñado para imitar el tamaño y la apariencia de un mosquito.
Su pequeño tamaño le permite operar silenciosamente y evadir la detección, haciéndola particularmente útil para misiones de vigilancia y reconocimiento en interiores. El dron está equipado con cámaras y micrófonos, lo que le permite capturar imágenes, audio y señales electrónicas.
Las alas y las finas patas del dron le permiten posarse o aterrizar en varias superficies, lo que aumenta su capacidad de permanecer sin ser detectado. Se puede controlar a través de un smartphone, por lo que es fácil de usar y accesible para una amplia gama de aplicaciones.
Sin embargo, su pequeño tamaño presenta varios desafíos técnicos, incluyendo la duración limitada de la batería y la capacidad de carga útil, que restringen la duración de sus vuelos y los tipos de sensores o equipos que puede llevar.
Más allá de las aplicaciones militares, el dron tiene usos potenciales en sectores civiles y comerciales, tales como operaciones de búsqueda y rescate, monitoreo ambiental, cirugía, entrega de medicamentos, diagnóstico e imágenes médicas.
La Universidad de Harvard también ha desarrollado un micro-UAV llamado RoboBee, que usa alas que se agitan para el vuelo y puede la transición del agua al aire.
Se han planteado problemas éticos y de seguridad en relación con la capacidad del dron para operar sin ser detectado, lo que plantea riesgos para la privacidad personal y podría explotarse para actividades delictivas.
Los expertos advierten que estos microdrones podrían utilizarse para espiar a individuos, líderes políticos o reuniones corporativas, desafiando los marcos legales y éticos existentes que rigen la vigilancia.
Los sistemas de seguridad tradicionales pueden tener dificultades para detectar e interceptar el dron debido a su pequeño tamaño, pero el potencial de enjambres o vigilancia prolongada sigue siendo una preocupación.
