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Investigadores de la Universidad de Tecnología de Sydney han desarrollado un biosensor que se aferra a la piel de la cara y la cabeza para detectar señales eléctricas del cerebro. El sensor supera tres grandes desafíos del biosensaje basado en grafeno: corrosión, durabilidad y resistencia al contacto con la piel.
La construcción del sensor consiste en muchas capas de carbono delgado y fuerte cultivado directamente sobre un sustrato de silicio-carburo-sobre-silicio. El biosensor es resistente y robusto de usar, combinando lo mejor de la tecnología de grafeno y silicio.
El sensor puede utilizarse durante períodos prolongados y reutilizarse varias veces, incluso en entornos altamente salinos. También reduce significativamente la resistencia al contacto de la piel, permitiendo una recolección y amplificación confiables de interfaces cerebro-máquina.