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El Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, se dirigió a la Cumbre 2024 de la ONU, destacando la persistente «amenaza de desinformación» en línea e información falsa sobre la salud pública. Pidió esfuerzos de colaboración con gobiernos, empresas tecnológicas y otros socios para combatir la «información falsa», que describió como una barrera crítica para la comunicación eficaz en temas de salud.
Argumentó que las plataformas de medios sociales se han convertido en un vector de información errónea «mortal», contribuyendo al escepticismo generalizado sobre tratamientos médicos. También vinculó a la desinformación con los problemas de la salud pública, el creciente estigma, la discriminación y la violencia contra los trabajadores de la salud y los grupos minoritarios.
El Dr. Tedros propuso una solución: los gobiernos, las empresas de medios sociales y las fuerzas del orden deben trabajar con los «expertos» de la OMS para regular y remover el «contenido dañino». Instó a adoptar medidas más enérgicas para reducir la propagación de «mentiras perjudiciales», aunque los gobiernos ya hayan aplicado amplias políticas de moderación del contenido.
Además instó a adoptar políticas más drásticas para frenar la difusión de «información errónea», como las que ponen de relieve los peligros de las negociaciones en curso, en torno al controvertido Tratado de Pandemias. Advirtió que la desinformación socava estas discusiones, ya que propagan el temor de que el tratado pueda centralizar la toma de decisiones y erosionar potencialmente las soberanías nacionales.
La exhortación de Tedros a favor de un esfuerzo concertado de los gobierno contra la «desinformación» es amenazante, ya que los organismos gubernamentales mundiales ya están tratando de controlar internet y forzar sus narrativas sobre las poblaciones.
Las medidas propuestas por la OMS demostraron ser un desastre, que provocaron daños no sólo a la salud, sino también afectaron muchos otros aspectos de la vida de las personas. Tedros y sus fuentes deben ser tomadas en serio, no porque sean creíbles en la información que brindan, sino como una amenaza a los derechos individuales, la libertad de expresión y la prevalencia de la verdad sobre las narrativas impuestas.