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La industria petrolera está contribuyendo a la crisis mundial, incluida la invasión rusa de Ucrania y los crecientes impactos del cambio climático. El cártel OPEP +, incluida Rusia, manipula el suministro mundial de petróleo para mantener los precios altos y obstaculizar la transición a las energías renovables.
Esta cartelización de los mercados energéticos enriquece a los autócratas y sabotea los esfuerzos mundiales para combatir el cambio climático. En 2024, el presupuesto de «defensa nacional» de Rusia se expandió a 110 mil millones de dólares, alimentado por los ingresos de exportación de petróleo y gas.
En Estados Unidos, el dinero de los combustibles fósiles está allanando el camino para la autocracia y la gran corrupción política. El lanzamiento de Donald Trump en Mar-a-Lago por $1.000 millones en donaciones de la campaña Big Oil en abril tuvo como objetivo asegurar favores fiscales y regulatorios para Big Oil.
La relación entre el Big Oil y el Kremlin es una sórdida historia de codicia y poder, con corporaciones occidentales accediendo a las vastas reservas energéticas de Rusia y firmas rusas recibiendo apoyo financiero y tecnológico. Al apoyar a Putin y a otros petrodictadores, Big Oil es cómplice de la degradación ambiental, los abusos de los derechos humanos y las guerras.