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El calentamiento global está causando una Tierra diplomáticamente unificada, con cumbres climáticas en Copenhague, Bali, Cancún y París empujándonos hacia una meta de negocios como de costumbre hasta 2050. Las consecuencias del cambio climático incluyen el aumento del nivel del mar, sequías y desastres naturales. Ha llegado el momento de poner nuestra fe en la innovación tecnológica más que en la iluminación universal.
El plan más ambicioso para la eliminación de carbono consiste en fertilizar el océano con sulfato de hierro y otros nutrientes para estimular el crecimiento de algas, revitalizando potencialmente la cadena alimentaria marina y absorbiendo carbono atmosférico.
En términos de ralentización del calentamiento global, la inyección de partículas de aerosol de dióxido de azufre en la atmósfera reflejaría la luz solar y las temperaturas frescas en todo el mundo. Sin embargo, en los últimos dos decenios se han llevado a cabo más de una docena de experimentos de fertilización con hierro, y sólo dos han dado lugar a la absorción de carbono en las profundidades del mar.
La geoingeniería solar se queda atrás, con el Experimento de Perturbación Controlada Estratosférica de Harvard (SCoPEx) siendo la única iniciativa significativa del mundo real. Las agencias de financiación temen la reacción de grupos ecologistas, y una propuesta respaldada por Suiza para una iniciativa de investigación multilateral sobre geoingeniería atmosférica fue rechazada en 2019.